No tienen la elegancia clásica de unos zapatos de salón, ni la coquetería de unas bailarinas, ni la carga sexy de unos botines, pero algo tienen las sandalias planas que hacen que las atesoremos por decenas cada verano. Puede que sea una mezcla equilibrada y exacta de versatilidad –ceñidas al tobillo, de inspiración romana, desnudas y reducidas a su mínima expresión… sus posibilidades son infinitas–, comodidad y adaptación al medio.
Yo pienso lo mismo, ¿que más cómodo que unas sandalias para un día casual? perfecta unión de comodidad y estilo.
Por: Patricia Serrano
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